El artificio de la transmutación

Por Mtra. Alethia Rivas, Coordinadora del Centro Cultural Jurista

La función imperante en el arte es la sublimación y la develación de la VERDAD.

Cuando pensamos en el arte es inevitable para los artistas cavilar en un constante e interminable movimiento, han existido grandes pensadores, grandes artistas que, de citarlos, me sería insuficiente cualquier espacio de publicación para abarcar sus palabras y más aún sus reflexiones con respecto a nuestro quehacer. Pero hay un punto común en todos ellos, en donde el ARTE, traducido a mi perspectiva, es un paradigma infinito, en el estricto sentido de que las funciones que cumple pueden sustituir varios procedimientos tanto de entendimiento de la realidad como de la visión con la cual habitamos este momento en el espacio y tiempo. La función imperante en el arte es la sublimación y la develación de la VERDAD, y ningún mecanismo racional, sistemático o académico puede equiparar lo brutalmente bello que es estar frente a un instante de honestidad humana.

Los sistemas de enseñanza de las artes para llegar a los momentos de la expresión estética a los que me refiero han cambiado con el transcurrir del tiempo, siendo influenciados por momentos sociales, ideológicos e incluso movimientos artísticos que han determinado ciertas épocas de la humanidad. Me quiero enfocar ahora en el instante del presente, en que las artes están teniendo una evolución sistemática desde su observancia y, por ende, de su enseñanza misma, pues las distintas expresiones artísticas están requiriendo de un campo más abierto para acotar sus discursos y contenidos. Hago referencia a un nuevo término que Edgar Morin y Basarab Nicolescu, el último influenciado por el primero, vienen moldeando con no más de 40 años de investigación en la germinación de un nuevo pensamiento de complejidad y transdisciplinareidad de ciertas áreas sociales que se alejan, más no niegan, la física clásica y la ciencia determinista que, a su vez, coincide con una inquietud que ha permeando la sensibilidad con que percibo mi tarea desde el teatro y la música, a partir de mi propio trabajo escénico, que nace desde una necesidad de complejizar la relación entre estas dos materias por una razón meramente sensitiva y de creación.

Con tintes, sí, de formulaciones metodológicas, pero con una profunda intención de creación escénica, los ejecutantes de estas dos trincheras pueden habitar un espacio en común y aprender a relacionarse entre ellos. Las citas a las que ahora daré paso provienen de estudios sociológicos realizados por Edgar Morin a partir de su filosofía, donde concluye que el ser humano está inmerso en una evolución de complejidad y que gracias a la globalización, el capitalismo, el sistema neoliberal, la economía y muchos factores que influyen en su cotidianidad, vive una transversalidad de su entorno, lo que provoca que su sistema de creencias, su interacción con el otro, sus relaciones y su educación, experimente la espiralidad de la transdisciplinareidad.

Me enfocaré especialmente en los enunciados que refieren a la formulación de nuevos resultados y nuevos tratamientos a las disciplinas que mi investigación concierne. Morin en la serie de libros sobre El Método, en el tomo I “La naturaleza de la naturaleza”,1 nos asevera: Lo que enseña a aprender, eso es el método.

No aporto el método, parto a la búsqueda del método. No parto con método, parto con el rechazo, con plena consciencia de la simplificación.

La simplificación es la disyunción entre entidades separadas y cerradas, la reducción a un elemento simple, la expulsión de lo que no entra en el esquema lineal.

El párrafo anterior nos pone de frente a una fórmula diferente a lo que estábamos acostumbrados. ¿Cómo empezar sin un método, si siempre nos han dicho que debemos acatar los instructivos de un manual para la vida en general? ¿Eso es posible? Sí, sí lo es, y a lo largo de todo el tomo podemos encontrar formulaciones que no niegan las ciencias del determinismo, pero sí argumentan muy sólidamente su nula funcionalidad derivada de los tiempos que ahora atravesamos como humanidad. La característica principal que quisiera resaltar es, y a la que Morin nos hace regresar, una organicidad del ser que de acuerdo a los esquemas de producción, que el sistema ha respaldado, ha dejado completamente de lado la sensibilidad y capacidad creativa que puede dar conclusiones y arrogar nuevos resultados sin ser acreditados por formulaciones del pasado que, sin bien no son erradas, sencillamente ya no corresponden a las mismas condiciones y contextos en que fueron concebidas, por lo que hoy únicamente resultan referentes para los nuevos abordajes de la realidad. Al anular nuestra creatividad resolutiva, permeamos y reducimos nuestro campo de acción, fronteras y líneas discriminatorias, no permitimos ocupar nuestro saber, ya sea empírico o teórico particular. Las disciplinas necesitan un tratamiento exactamente igual.

Auspiciar y provocar la dialéctica entre dos disciplinas por medio de la experimentación.

Morin comienza su búsqueda de otras verdades aún más funcionales, sin negar las anteriores, para hacer sus investigaciones e hipótesis aún más ricas; enriquecer será siempre la sumatoria de dar pasos no explorados para encontrar nuevos caminos.

Parto también de una necesidad de un principio de conocimiento que no sólo respete, sino que reconozca lo no idealizable, lo no racionalizable, lo fuera de la norma, lo enorme. Necesitamos un principio de conocimiento que no sólo respete, sino que revele el misterio de las cosas.2

Ahora quiero enfocarme en lo que a mi interés como coordinadora del Centro Cultural del Colegio Jurista respecta. La invitación de Morin es más que consistente y la línea que deseo sea desarrollada, pues resulta un principio eficaz y prudente.

Conjuntar dos disciplinas (por principio de cuentas), resulta una idea estimulante que pone sobre la mesa un nuevo campo que deseo tomar el riesgo de abordar desde el horizonte de la investigación. Auspiciar y provocar la dialéctica entre dos disciplinas por medio de la experimentación, praxis, que no son tan distantes ni diferentes entre sí asume la responsabilidad de encontrar nuevos resultados que coadyuven al enriquecimiento de la formación de artistas, donde puedan por sí solos germinar el cultivo de su necesidad creativa, que no encuentren limitaciones sistemáticas educativas de un modelo, si no obsoleto, poco aprobativo.

La libertad creativa será siempre, a final de cuentas, un principio primordial de cualquier creador, pero la transdisciplinareidad y la complejidad arriban para estimularnos a la espiral que todo conjunta, son fenómenos que ahora se adhieren a nuestra vida sin ser perceptibles, gracias a que los medios de comunicación nos absorben de una manera tal que nos hemos hechos muy poco atentos de nuestro entorno, sin detenernos o esperar un momento para conocer las nuevas fronteras que se están rompiendo y que terminan influenciando sistemáticamente ciertos campos de la cultura, las ciencias, la sociología y, sobre todo, de la educación.

Hagamos dialéctica, asumámonos como seres transversales y complejos.


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