El algoritmo de Botvinnik

Por M.N. Alejandro Albarrán

Cada uno debe encontrar su propio algoritmo 

Más que ajedrecista profesional y campeón del mundo, Mijail Botvinnik es recordado entre las grandes figuras de esta disciplina como el padre del ajedrez soviético, representado idealmente en la serie televisiva Queen´s Gambit como el imbatible Vasily Borgov, único competidor capaz de inspirar miedo a la genial protagonista Beth Harmon, y quien en la vida real y de manera póstuma, sería recordado en toda la esfera rusa y más allá de esas fronteras como El Patriarca. 

Mijail Moiséyevich Botvinnik nació el 17 de agosto de 1911 cerca de San Petersburgo y ganó tres veces el campeonato del mundo. Sistemático en su pensamiento, imperturbable, analítico, estudioso del juego en todas sus fases, hacía del desempeño técnico su mejor arma. Si como dice el gran Gary Kasparov, los campeones son producto de su tiempo, Botvinnik acentúa esa regla con su pensamiento estructurado a profundidad por etapas cual producción de fábrica resultado de un schematicthinking. Aprendió ajedrez a los doce años. No era un genio, pero quería serlo. Quizá intuyó desde pequeño que un misterio so orden no siempre evidente pero de existencia inefable, resguardaba el secreto de las cosas y de ser así, ¿por qué no habría de regir también y entonces la naturaleza del llamado juego ciencia? Mejor aún, demostró que el ajedrez y el peculiar encuentro de las piezas sobre el tablero resultaría ser contundente marca de lógica interna, subrepticia, armonía del todo, ceteris paribus, en el cambio de unas ventajas por otras (si el entorno cambia, adáptate). 

Su estricta como aguda manera de entender el juego de ajedrez llevado a la alta competencia internacional le hizo desarrollar en la URSS una tradición gloriosa por el estudio serio. A decir de personalidades como su compatriota Victor Kortchnoi, Botvinnik no tenía talento al modo de sus contemporáneos sino una voluntad investigativa férrea acompañada de libros. Ser un campeón es en primera instancia, decía, armarse de juicio crítico, pensar con la propia cabeza en el camino de buscar la verdad a partir de una correcta evaluación de la posición, entiéndase, de las circunstancias presentes durante la partida y no menos importante, en la crisis de nuestro contrincante durante el combate, en su psicología. 

Ingeniero de profesión incursionó también en la electrónica queriendo crear un modelo de inteligencia artificial o computadora que venciera en ajedrez a los grandes maestros de su época. 

Por esta vía sostuvo hasta sus últimos días que ser brillante es consecuencia de encontrar cada uno su propio algoritmo, dilucidarlo, trabajar en él como algo valioso hasta abrillantarlo como una joya. Hacia 1950 Mijail Botvinnik ya era una leyenda viva. Murió en 1994 habiendo enfrentado prácticamente a todos los campeones del mundo. Su escuela de Alto Rendimiento para talentos deportivos siguió funcionando tras su deceso aportando nuevos campeones de renombre al escenario mundial. Si el ajedrez en el siglo XXI es ciencia y método a través de las redes que se dispara a otros campos por su valía intelectual desde las academias, mucho se le debe Al Patriarca quien acuñó una sentencia ya lapidaria: “el ajedrez es el arte del análisis”.

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