Más allá de la cuarta transformación

En el escenario actual donde lo único cierto es el cambio, hay quienes se atreven a deducir las pautas que guiarán la acción política y social.

La irrupción de nuevas tecnologías se acompaña de profundas transformaciones socioeconómicas y culturales. Surge así el paradigma de la cultura digital. La combinación de tecnología y cultura digitales seguirán co-evolucionando y transformarán conjuntamente la sociedad en los próximos años.

En el ámbito político se anticipan nuevos liderazgos. La organización tradicional de los partidos políticos está seriamente amenazada, no sólo por la imparable necesidad de cambio y de regeneración política que una ciudadanía más crítica y autónoma reclama, sino por la irrupción de una cultura política radicalmente diferente que se alimenta de una praxis comunitaria, colaborativa y participativa que las tecnologías sociales o 2.0, sustentan.

Esto es, dejamos la indiferencia tradicional y como sociedad ya no damos cheques en blanco a nuestros gobernantes. Andamos con ellos y ahora el poder es una conquista ciudadana que responde a las necesidades, pero también a los múltiples virajes en sus expectativas.

Así, el modelo de partido basado en las agrupaciones territoriales como encuadramiento básico para la participación política se ha rebasado. Los acotamientos geográficos o de carácter socioeconómico e ideológico ya no son la base de la política.

El hecho de pedirle a un ciudadano activista que vaya a una reunión tal día a tal hora, para que en una asamblea local se decida tal o cual representante en una lista de Congreso o electoral, se supera por una dinámica más estimulante que levantar la mano en una votación “por unanimidad”. Se democratizan sustancialmente las decisiones en tiempo real y paulatinamente las decisiones corporativas o de grupo se eliminan.

Existen otros cambios notables. Por ejemplo, ganar asambleas por la capacidad para alargar indefinidamente reuniones ya no frena el avance. La vieja práctica de todo al “congelador” burocrático, se destierra del quehacer político.

Asimismo, las comunidades organizadas en servicios de redes sociales, también marcan nuevas tendencias para el desarrollo de la estrategia política en Internet, donde se promocionan los grupos de apoyo on y offline, y se intenta implicar a los más activos en el proceso político. Repentinamente existe un empoderamiento social.

Asimismo, la cultura digital es una ola de regeneración social que conecta con movimientos muy de fondo. Se da paso entonces a una cultura más democrática e inclusiva, de pleno respeto más que de tolerancia. Entre las principales modificaciones observamos esto:

  • El  placer por el conocimiento compartido y por la creación de contenidos.
  • Rechazo al dogma y adoctrinamiento ideológico.
  • Renuencia a la verticalidad en las organizaciones.
  • Generación de fórmulas más abiertas para colaborar.
  • Creación de nuevos códigos en las relaciones sociales y en el intercambio de puntos de vista e intereses.
  • Reconocimiento a los liderazgos que crean valor.
  • Sensibilidad por los temas más cotidianos y personales.
  • Visión global de la realidad local.
  • Creatividad permanente como motor de la innovación.
  • Reconocimiento a la autoridad, no la jerarquía. 

Se asumen las causas y en este ambiente las tecnologías 2.0 descubren talentos creativos y estimulan la imaginación.

Es posible vaticinar que en la política habrá más retroalimentación entre los medios on y offline y entre los medios formales y los informales.

Se infiere también que existirán nuevas oportunidades para la comunicación política, donde cualquier iniciativa con repercusión en la Red impactará en los medios de comunicación convencionales. 

Entretanto, la viralidad es ya una referencia moderna y contemporánea como los juegos, la videopolítica, las ciberacciones, las wikis…

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